La historia de las ideas es, en muchos casos, no sólo la historia de la recepción de esas ideas, sino en igual medida la historia (extravagante por lo demás) de su progresiva “institucionalización” editorial. Es revelador, en este sentido, el caso (o los casos) de las conocidas Lecciones de Estética (o estéticas) de G. W. F. Hegel (Stuttgart, 1770-Berlín, 1831). Ahora aparece en edición impecable de Annemarie Gethmann-Siefert y Bernadette Collenberg-Plotnikov y en traducción de un profundo conocedor de Hegel y de la teoría estética como es Domingo Hernández Sánchez, los cursos del filósofo alemán de 1826 bajo el título de Filosofía del arte o estética. Bien es sabido, sin embargo, que hasta ahora la Estética que conocíamos se basaba en los apuntes recogidos al dictado en clase por Heinrich Gustav Hotho. Una edición que hace tiempo se teñía ya de cierta sospecha por lo que parecía la intención o necesidad de ajustar estos apuntes al corpus general del sistema hegeliano. Según descripción del propio Hotho, Hegel dejó muy pocos pasajes y fragmentos de su Estética formulados al detalle y refinados estilísticamente, aunque es sabido que Hegel tenía la intención de publicar una Estética. (Y Hotho, de una peculiar manera, trató de llevar a cabo este “reajuste”). Es por eso, resumiendo el entramado novelesco del proceso de publicación de estos manuscritos y apuntes que los editores relatan con pulcritud en el prólogo a esta edición, que Hotho al trazar su “edición” se viera obligado a compilar el texto de la Estética a partir de una comparación de los manuscritos de Hegel con varios cuadernos de apuntes transcritos directamente. De esta forma Hotho acudirá a las lecciones de 1823, dejando desatendidos otros cuadernos fundamentales. Sobre esto inciden los editores. Escriben: «También pretende justificar Hotho su intervención sistemático-estructural en el material del que disponía. Particularmente grave es el intento de desplegar una base sistemática de la lección para legar a la posteridad el sistema hegeliano en su perfección […], con el interés explícito de su perfección».
Hegel imparte en Berlín en cuatro ocasiones sus lecciones sobre estética. En el semestre de 1823 impartió Hegel una lección de cuatro horas semanales sobre Estética o filosofía del arte, a partir de estas lecciones y según sus apuntes, confecciona Hotho la edición de su Estética. Sin embargo, y este es el gran hallazgo de esta nueva edición, el material más rico para servir de fuente corresponde a las lecciones sobre estética que, tres años después, en 1826, de nuevo imparte Hegel. De dichas lecciones se conservan varios cuadernos así como apuntes tomados al dictado, con calidad muy diferente. De entre esos apuntes los editores de esta edición recogen los tomados por Friedrich Carl Hermann Victor von Kehler. En cualquier caso los editores tienen en cuenta el problema de fundar en apuntes la edición: «Al tratarse de apuntes tomados directamente, esta fuente tiene, por un lado, la ventaja de ofrecer la mayor cercanía posible a la palabra hablada de Hegel. Pero, por el otro, tiene la posible desventaja de que la rapidez del registro acústico y la simultánea escritura conducen a algunas incongruencias lingüísticas. Si se tienen en cuenta ambos elementos […], la calidad de los apuntes permite elegirlos como documentación ejemplar del curso de estética que impartió Hegel en el verano de 1826».
Es evidente, en efecto, que nos hallamos ante un hito editorial fundamental que muestra las tripas teóricas de un trabajo en curso. La obsesión filosófica de Hegel le lleva a ir modificando sus juicios en torno a la teoría estética. De esta forma otro de los elementos clave de la nueva edición está en el hecho de las variantes. Entre 1823 y 1826 Hegel comienza a introducir variaciones en sus intenciones teóricas, cambios, modificaciones a veces soslayables, otras veces mutaciones de un alcance mayor. De esta forma el texto de Hotho no sólo conserva la duda de fundarse en apuntes (y su inevitable sospecha) sino que además el mismo Hegel recompuso algunas de sus ideas en esos años. De esto, por lo tanto, da buena cuenta la edición. En definitiva, sus percepciones del fenómeno estético han variado. Un ejemplo lo hallamos en sus consideraciones acerca del fenómeno poético, donde lleva a cabo una serie de matizaciones y concreciones que quizá, aparentemente, no sean relevantes pero que afilan y afinan mucho más sus juicios sobre la poesía. No en vano Hegel sitúa a la poesía en el lugar más importante de las artes. Igualmente cabe destacar las revisiones llevadas a cabo por el filósofo sobre la música y la pintura. Ahora bien, hay casos sumamente llamativos. Por ejemplo, el tan conocido lema “hegeliano” del ideal como la apariencia sensible de la idea, algo ya tópico de los manuales de filosofía, historia del arte o de la literatura, es decir, esa determinación fundamental del ideal, que llega a ocupar un lugar central en la versión conocida hasta ahora de la estética, no aparece en ninguna de las fuentes conocidas para las lecciones de Hegel en Berlín. Dicho de otro modo, Hegel no llega a definir el ideal mediante la conexión de apariencia de pensamiento e idea, sino al contrario como «apariencia de lo sensible». Para Hegel, además, la apariencia será el medio de exposición de la idea mediante la figura (sensible), de manera que el arte es una exposición a través de la apariencia. Esto es sólo un ejemplo. No cabe duda de que esta reconstrucción es no sólo fundamental sino sobre todo necesaria. En esta edición, de la misma forma, el envenenado lema de la muerte o el fin del arte, tan pesado para Hegel, y que surge ante la pregunta por el significado del arte en el mundo moderno, puede comenzar a releerse con nuevos ojos y a luz de su verdadera fuente.
Estamos, en definitiva, ante una revisión clave para la teoría estética y en igual medida para la filosofía, para la historia del arte, para la historia de la literatura, etc. Al corregirse y reconducirse problemas de orden teórico Hegel reaparece con toda su fuerza para volver a ser objeto de fundamento y discusión. Estamos ante nueva edición de la estética hegeliana, pero es mucho más. Es, por encima de ello, la muestra de la necesidad de una revisión de lo teórico a la luz de un determinado momento histórico.