9/05/2006

ESPERANZA: MERCADO Y ARTE (exposición colectiva en el Mercado de la Esperanza de Santander)






Hacer de un mercado, con sus besugos, almejas, berenjenas y embuchados, un espacio para el arte es un sueño que el mismísimo Andy Warhol envidiaría. Con Warhol algunos seguimos aquella afirmación suya tan cierta como poco valorada aún: “todo lo frívolo de la vida, que es lo más importante, es menospreciado”. Desde hace algunas décadas el arte asalta los espacios públicos para hacer de estos una posibilidad diferente, para ofrecer una nueva visión y versión de lo cotidiano. Y esto es lo que nos encontramos en el proyecto
Esperanza que viene de la mano y del buen hacer de Blanca Garay. Así el Mercado de la Esperanza de Santander, entre los días 25 de agosto y 9 de septiembre se torna espacio creativo con las obras de Sergio Zevallos (Lima, 1962) Alvaro Trugeda (Santander, 1979) Yael Reuveny (Jerusalem, 1980) y Paco Nadie (Thionville, 1972). El mercado como espacio y el mercado como tejido; el mercado como soporte y el mercado como tema. Introducir el mercado en el arte o hacer del mercado arte es el objetivo general de este Esperanza. Espacio creativo. El acierto es decisivo: la vitalidad de un mercado se mezcla, se alinea, se funde con la vitalidad de la creación artística. Y ente sentido el espacio lanza sus redes sobre las obras, las aglutina en su interior como una gran tripa que las une dando forma y coherencia al proyecto. La ornamentalidad kitsch propia del mercado, con sus ancianas columnas, vigas y techos, con sus frases enigmáticas salidas de labios de pescaderas y carniceros medidas en gramos y kilos, con sus delantales llenos de historia y escamas, con el elevado olor de los puerros, se conjuga con la practicidad de las cámaras frigoríficas y, más allá, con las obras que rodean, caen y muerden las paredes. Pero, ¿cómo? ¿quién? Veamos. La obra de Sergio Zevallos, artista peruano de larga e interesante trayectoria afincado en Berlín, dialoga con las fronteras de la sensualidad, de lo íntimo puesto a la luz, a la venta. Hay un hilo de unión extremo entre el placer y la venta de alimentos; hay una corporalidad suculenta y efectiva. Además Zeballos interviene una de las paredes con un dibujo donde la cotidianidad del mercado se baña con figuras clásicas del arte como las Meninas. Arte, tradición y mercado se fusionan; o el mercado como hilo de unión entre la tradición y la vanguardia. Y los trabajos de Alvaro Trugeda, sobre manera el mural que a modo de pórtico nos lanza al interior de ese océano artístico que es también el mercado; esa medusa decapitada nos avisa del nuevo y el mismo territorio mercantil. Uno pasea tranquilamente sus ojos por la exposición y siente esa delicia de estar atrapado no se sabe muy bien dónde ¿un mercado? ¿una sala? No cabe duda, en efecto, de que la intervención sobre el espacio es precisa; donde lo estético y lo práctico se unen. Así, paseando uno alcanza el interior de una de las cámaras frigoríficas de esas cocheras del mercado y se encuentra con el video de la joven directoria de cine israelí Yael Reuveny, quien ha diseñado para la ocasión un vídeo, o sería mejor decir una orquestación musical de la vida en un mercado de Jerusalén. Se trata de cinco minutos donde la vista y el oído viajan al interior de los sonidos y olores del mercado Machane Yehuda de Jerusalén. El espacio y el vídeo se conjugan a la perfección. Por su parte Paco Nadie introduce dos piezas escultóricas de su importante proyecto Lacarne, en las cuales muestra la idea del individuo en vías de extinción, convertido en un trozo de carne, mera materia, mercancía anulada, hueca. Se trata de una interesante distopía, esto es, una utopía nada apetecible, que guarda mucho de revisión de cierta ciencia-ficción.
El mercado así aparece en sus múltiples perspectivas y visiones estéticas y poéticas. No cabe duda de lo interesante e importante culturalmente de esta propuesta. La intervención de espacios públicos debería ser mayor buscando así alcanzar la conexión de lo cotidiano con el arte contemporáneo; haciendo tal vez así posible una relación más directa y verdadera entre el arte y el ciudadano. Que uno en el simple acto del paseo o del consumo se halle con estas formas artísticas bien puede lograr una nueva comunión con el arte. Sólo cabe esperar que iniciativas como estas salgan para adelante, cuantas más mejor, y que se desarrollen sana y juiciosamente, sin que rancias e innecesarias mediaciones de tipo institucional las acaben desactivando por motivos injustificables. Esa sería otra historia nada deseable. Ahora disfrutemos.
En fin, pasen y vean, y huelan y escuchen, en ocasiones mercados como esperanza guardan excitantes secretos bajo sus cristales.
(Alberto Santamaría, EL diario montañés, 2 de septiembre de 2006)
Mas información: www.mynameisesperanza.com

 

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